¿Los rankings en crisis?

Tomado de CAMPUS suplemento sobre educación superior, 30 de marzo 2023, por Carlos Pallán.

Un recuento de las críticas realizadas a este tipo de evaluación entre instituciones de educación superior

Promover un método de calificación única para casas de estudio que tienen una diversidad de estructuras, procesos y fines es un error.

Con enorme coincidencia temática y sólo con diferencia de horas, el jueves pasado Campus y El País de España, incluyeron sendos artículos sobre los rankings. En ambos, se formula una crítica a este tipo de medición y comparación entre instituciones de educación superior (IES) y programas de estudio. En esta parte I se hace un recuento del principal contenido de ambos textos.

En el primero (“Universidades de Estados Unidos se rebelan contra los rankings), Marion Lloyd, compañera de Campus, realizó un magnífico recuento analítico de lo que ella misma califica como la peor crisis en 40 años por parte de la publicación más prestigiada en esta materia, la revista US News and World Report. Esta revista dedica un número especial cada año para dar a conocer el elenco de las mejores universidades de la Unión Americana, y con ello también de las carreras más prestigiadas. Así, la publicación se convirtió en una guía para las decisiones que cada año adoptan millones de alumnos sobre hacia donde encaminarán sus pasos en materia de matrícula universitaria.

Un apretado resumen de lo que Marion consigna en su artículo es el siguiente. En noviembre pasado, la Universidad de Yale comunicó a la revista, que ya no daría información para la sección de “mejores escuelas de derecho de Estados Unidos”, no obstante ocupar por varios años consecutivos el primer lugar nacional. Días después, la Universidad de Harvard procede de igual manera y sobreviene una desbandada que en las siguientes semanas asumieron esa misma posición 12 de las 14 universidades mejor posicionadas a escala nacional. Luego, algo similar ocurrió por parte de la Universidad de Harvard, en lo que corresponde a las “mejores escuelas de medicina”, sumándose varias universidades en a esa misma tendencia. Además se descubrió que dos universidades prestigiadas (Temple y Columbia) enviaron información falsa. Un verdadero fraude.

El artículo de El País (“El nuevo tablero global de las universidades sin la tutela occidental y con otros objetivos”), de Elisa Silió, pasa revista a lo sucedido en la Conferencia Internacional celebrada en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, con el nombre “Reinventing higher education 2023”. Esta Conferencia reunió a autoridades y expertos de los cinco continentes entre el 5 y el 7 de este mes. Desde su origen, la Conferencia tiene como objetivo principal estudiar las principales tendencias de las universidades en el mundo. En esta ocasión, uno de los subtemas fue la referencia a los rankings y sobre esta temática centra la autora del artículo su análisis.

Antes de adentrarnos en esa temática, quizá una sorpresa para algunos, de lo aportado en la Conferencia. La primera universidad creada en el mundo fue la de Fez, en Marruecos, en el año 859. Siguió, unos cuantos años después, la Universidad de Azahar, en Egipto. Luego, en terreno ya conocido, viene Bolonia en 1088. A partir de esta última se suceden las universidades europeas y se da su diseminación a todo el mundo como paradigma de una visión “eurocéntrica” que acompaña al proceso que el rector de la Universidad de Bochum, de Alemania, llama “postcolonialismo”.

Por lo que se refiere a los rankings, los más conocidos o prestigiados (Shanghai y Times Higher Education) hasta 20 años atrás reflejaban a universidades con esa raíz histórica como las de mayor calidad o prestigio. Así, en aquel tiempo, y por lo que corresponde al de Shanghai y a los primeros 100 lugares del ranking mundial, Estados Unidos situaba a 58 universidades, Gran Bretaña a 9 y Japón a 5. Con los datos del año pasado y por lo que toca a aquellos tres países los números descienden a 39, 8 y 2 universidades, respectivamente. La “sorpresa”: aparecen ya en 2023 universidades de Australia (7), China (9), Singapur (2), y Corea del Sur (1).

El defecto esencial de estos rankings consiste, como se anota en el artículo de El País, en tener una medida única para instituciones que tienen una diversidad de estructuras, procesos y fines. Coincidiendo con este juicio, y como lo expresa Marion en su artículo: a) se “cuestiona la idea de que pueda existir una única forma de medir la calidad de las IES”; b) se emplean metodologías “que privilegian la selectividad y la investigación científica por encima de la calidad de la docencia o el papel de las instituciones en promover la equidad y la movilidad social”. Una crítica coincidente con algunos de los cuestionamientos específicos que se dieron en la reunión de Ciudad del Cabo.

La próxima semana se analizarán los defectos más evidentes de los rankings, agregando comentarios al respecto.


Tomado de CAMPUS suplemento sobre educación superior, 13 de abril 2023, por Carlos Pallán.

Estas evaluaciones, que parecen siempre favorecer cierto tipo de características institucionales y al poscolonialismo europeo, siguen siendo uno de los principales métodos que tenemos de comparar instituciones

La materia prima para la elaboración de los rankings es información proporcionada por cada universidad.

Tal como se expuso en el número anterior de Campus, los rankings (esos elencos de calidad atribuidos a universidades y programas de estudio) han entrado en un proceso de crítica. Esto proviene, paradójicamente, de universidades que han sido líderes durante mucho tiempo ese tipo de registros. Es el caso en Estados Unidos, del ranking que elabora la revista US News and World Report, el más difundido y considerado como ‘la biblia’ en esa materia en el país vecino.

Pero también, como se expresó en la XIII conferencia anual, Reinventando a la Universidad, celebrada en Ciudad del Cabo en marzo pasado, los rankings parecen siempre favorecer cierto tipo de características institucionales. Así, se han constituido en paradigmas a partir de visiones que glorifican el poscolonialismo (en Europa) y la empleabilidad (en Estados Unidos). La crisis se manifiesta de manera directa en las universidades de este último país, ya que en unos cuantos años su presencia en estas mediciones han tenido un descenso radical, si se tiene presente que de las 100 mejores del mundo, en que figuraban con 59, se ha pasado a 38.

En la conferencia de Ciudad del Cabo se resaltó que los problemas locales e inmediatos (relacionados con medio ambiente, sostenibilidad, inclusión, igualdad) deben tener su debido espacio para el diseño de los criterios de calidad que utilicen los rankings. En otra palabras, el contexto es un determinante con cierto peso específico.

Entre los principales expositores estuvo una representación mexicana. Se trató de Ignacio de la Vega, rector para asuntos académicos e internacionalización en el Tecnológico de Monterrey. Al referirse a la comparación entre instituciones de diferentes países aludió a los procesos nacionales de desarrollo. Mencionó que, 30 años atrás, México tenía mejores indicadores de crecimiento económico y bienestar que muchos otros del llamado, en aquel tiempo, Tercer Mundo. Sin embargo, algunos de aquellos países considerados atrasados han superado al nuestro en esos dos renglones, junto con lo que se refiere al terreno educativo. Tal es el caso de Corea del Sur y Singapur. El rector del tecnológico se pregunta: ¿Porqué sucedió esto? La clave es muy sencilla, ambos países asiáticos, y algunos más, “han invertido en forma permanente en talento, ciencia e innovación…”. Una explicación para lo anterior, según él mismo, reside en que en México, al igual que muchos países de Latinoamérica, se tiene una proporción muy alta de población que vive en la pobreza, operando esto como un lastre para un avance sostenible. Pero también hay un asunto relacionado con políticas públicas: “ha habido otras prioridades y cierta miopía política, no han visto (los gobiernos) que invirtiendo en educación viene la prosperidad, el desarrollo, la innovación”.

Comentarios:
El fenómeno del poscolonialismo se dio muy claramente en la América hispana. Las universidades primigenias de Perú, México y Santo Domingo se organizaron a imagen y semejanza de la metrópoli española en el siglo XVI.

El desarrollo de la educación superior y la investigación, al igual que las economías nacionales, no suelen tener continuidad y suficiencia de recursos. Por lo que se refiere a la segunda, el caso de México resulta paradigmático. La promesa del gobierno Peña Nieto, materializada en el Plan Nacional de Desarrollo y en el Programa Sectorial correspondiente, indicaba que el sexenio cerraría con un uno por ciento del PIB como gasto en ese ámbito, meta histórica anunciada desde 1976 y ratificada por la aún vigente Ley de Ciencia y Tecnología; el dato de 2018 sólo llegó a 0.3, disminuyó a 0.29 por ciento al año siguiente y en el presente se sitúa en 0.33 por ciento, muy lejano aún de lo que prescribe aquella ley. En otro campo aledaño, el presupuesto federal a la educación superior del país, entre 2018 y 2022 se ha reducido en un tres por ciento en términos reales.

Formar profesionales significa generar conocimientos, destrezas y habilidades correspondientes a un determinado grupo de estudiantes, pero también valores y lo que ahora se llama “habilidades suaves”. Por supuesto, la idea lanzada en la Conferencia no es nueva. Pablo González Casanova la postuló como aspecto central de su rectoría en la UNAM, allá por 1970: se trataba de contar con profesionales bien preparados, pero con “responsabilidades sociales y políticas”.

Como se muestra en el artículo de El País (el que da la nota sobre la Conferencia), la materia prima para la elaboración de los rankings es la información que proporciona cada universidad. Pero esta información debe ser sólo un ‘subproducto’ de un buen sistema de información institucional. El caso de la Universidad Autónoma Metropolitana, que durante dos años consecutivos ocupó el primer lugar en el ranking nacional del Times (desplazando a la UNAM o al Tecnológico de Monterrey, instituciones que normalmente disputan ese sitial), sería un ejemplo de ello.

La respuesta al título provocativo de estas líneas “¿los ranking en crisis”? es sí, afirmativo. Los rankings nacieron con la limitación de ser una medida, un traje único que, desde luego, no se adapta fácilmente a cualquier cuerpo universitario. Pero, me pregunto, ¿cómo se podrían comparar instituciones sin instrumentos como el de Shangai o el del Times? Parecería que, con todas sus limitaciones (si antes no se intenta mejorarlos), resulta mejor tener rankings que carecer de ellos. Posiblemente la educación superior del país podría ofrecer una solución: el Sistema Nacional de Evaluación y Acreditación, actualmente en proceso de diseño por parte del Consejo Nacional para la Evaluación de la Educación Superior (Conaces, nueva entidad creada por la Ley General de Educación Superior de 2020 y operada por la SEP y la ANUIES) pudiera tener una respuesta que ofreciera resultados diferentes a los rankings. Por supuesto, se dejarían fuera de cualquier consideración aquellos ‘rankings’ que son esencialmente instrumentos de mercadotecnia.